martes, 7 de enero de 2014

Jotas Heréticas, por Jose María Esparza.

Jotas heréticas Improvisación, repentismo y temas polémicos
 Convertida en uno de los iconos culturales del navarrismo oficial, la jota como expresión lírica ha sido castrada.

Un grupo de joteros de épocas pasadas.
Un grupo de joteros de épocas pasadas.

Cuenta Jose María Iribarren que a finales del siglo XIX visitó Corella el cardenal Benavides. La noche de su llegada, una rondalla le obsequió con algunos cantares, pero el cardenal, andaluz jocoso y arzobispo de Zaragoza, les pidió que le cantaran alguna jota improvisada. El jotero de turno, nada intimidado ante Su Eminencia, le soltó ésta: 

Que nos dé fruto la tierra
y nos den uvas las vides
y que se vaya a hacer ostias
el Cardenal Benavides

Coplas como esta hay cientos en la memoria popular, pero rara vez aparecen en libros o recopilaciones de jotas, menos todavía en los numerosos festivales y consursos que se celebran en nuestro territorio. Al contrario de lo que ocurre con el pujante bertsolarismo, en las Escuelas de Jota oficiales no se enseña el arte de crear sino el de repetir.

Convertida en uno de los iconos culturales del navarrismo oficial, la jota navarra como expresión lírica ha sido castrada, quitándole la expresividad popular que le daba la improvisación, el repentismo, los temas polémicos o de simple actualidad. En su lugar se ha encastillado una jota repetitiva hasta la saciedad, -cantada con espléndidas voces, eso sí- y cuando surge alguna letra novedosa suele ser con contenidos pusilánimes y descontextualizados. Y por supuesto políticamente correctos. Jotas, en suma, dignas de cantarse al ombligo de esa Navarra oficial que maneja el mango de la sartén desde hace años. Como prueba chusca de esa manipulación, basta ver la famosa fotografía de Raimundo Lanas, vestido de "navarrico" y tocado con una enorme txapela roja, que fue pintada por su biógrafo Valeriano Ordóñez porque no le gustaba la boina oscura original, que el Ruiseñor navarro siempre utilizaba.

Décadas después seguimos igual. Salvo raras excepciones, la jota "oficial", sigue atada al mismo carro que va por la carretera sin venta que no se pare ni mujer que no le quiera. Más de lo mismo. Sumisión y docilidad. El sexo, los ricos y pobres, los curas, la trasgresión o la política no existen. Siguen premiando el arte de cantar coplas y olvidan el arte de crearlas, de improvisarlas y de utilizarlas. La señora Barcina puede ir bien tranquila a cualquier festival de Jotas, que ya no le ocurrirá lo del cardenal Benavides. 

La "bravura" de la jota navarra es otro de los mitos del navarrerismo oficial. Esa bravura que se premia en los concursos se reduce a una demostración de potentes garganchones, para cantar la mayoría de las veces una letra inocua e insípida, que de repetida suena ya a letanía. Muchas facultades y poco mensaje. Mi abuelo Cirilo Zabalegi, jotero de taberna, lo expresaba con atino:

Nunca es el mejor jotero
el que canta con más fuerza
jotero es aquél que sabe
echar jotas a una berza

Una vieja polémica La extensión de la jota en Navarra fue controvertida. Antes de la Guerra Civil ya se produce una política interesada en torno a la Jota, dentro de nuestro viejo debate sobre la identidad del territorio.

Olóriz no duda en calificarla de "extraña" e introducida durante la guerra con los franceses. "Esa jotica de Dios -dice Campión- que se nos metió en Navarra durante la guerra de la Independencia y está haciendo añicos nuestros venerables silbos y atabales, inspiradores de las danzas guerreras, varoniles y ceremoniosas". Pío Baroja, manifestaba sin reparos que la jota era "la brutalidad hecha canción", y por medio de uno de sus famosos personajes, Zalacain el Aventurero, nos dice que ese canto "es una cosa petulante, como una falsificación del valor y la energía". Los nacionalistas vascos eran de la opinión de los anteriores, aunque ellos también la cantaban:

Navarrico soy primero
español si me conviene
y si me quitan los Fueros
de Euzkadi el año que viene
Cuatrocientos españoles
armados con escopetas
no pudieron dar alcance
a un navarro con muletas

Frente a ellos, el Diario de Navarra arremetía así contra el txistu, nuestro instrumento más autóctono: "¿Dónde se ha destapado ese tan gran empeño en querer entronizar en Pamplona, el pueblo de la JOTA, esa música vasca que sonará muy bien pero que no es la nuestra?". Era el año 1923 y para entonces el camaleón de la prensa navarra ya había olvidado los tiempos en los que colocaba en portada jotas como esta:

Las aves que hacen sus nidos
en el Árbol de Guernica
quiera Dios que siempre vuelen
sobre estas cuatro provincias

Frente a las diferentes opiniones, la realidad se imponía. El pueblo llano continuó pariendo versos y cuartetas, como lo venía haciendo desde hacía siglos, tanto en vasco como en romance. Y en buena parte de Navarra encontraron en la Jota una nueva forma de cantarlas, dándole un sello personalísimo que la distinguía de sus parientes cercanas. 

Este debate se ha visto enriquecido últimamente tras la edición del libro-disco Los Pajes de Tafalla. Pioneros de la jota Navarra, donde aparecen los tres primeros discos de jotas navarras, cantadas a finales del siglo XIX. Los discos tafalleses son pues la arqueología de nuestra jota, y comprobamos que tiene muy poco que ver con el estilo actual, divulgado por Lanas y sus seguidores. Son jotas de ronda, donde lo fundamental no es la voz de los cantantes, sino la letra, la improvisación, la ironía, la sátira, el alegre acompañamiento musical. Esta enorme diferencia entre los primeros discos grabados y los posteriores, nos lleva a cuestionar la escasa antigüedad de la jota que conocemos hoy día, y el olvido de otra forma de cantar jotas y coplas mucho más espontánea e incisiva. Más libre y heterodoxa.

Nueva recopilación Treinta años después de la primera edición de Jotas Hereticas de Navarra, la situación sigue igual. Mucho festival, mucho cantador de jotas y poco jotero. Como pasa con otras expresiones de nuestra cultura (el euskera, las danzas, el patrimonio) el navarrerismo español ahoga toda marca de identidad navarra, incluida la espontaneidad de la jota. De esa manera, evitan que de vez en cuando les den un tartazo en sol mayor. Así se comprende que la crisis económica y los ladrones que nos roban a diario, no hayan motivado jotas como las de nuestros abuelos:

Hay en mi pueblo un señor
que tiene dos mil robadas
que son "robadas" lo sé
porque él nunca compró nada

La nueva recopilación, con cerca de mil coplas y cuartetas "heréticas" recogidas desde el siglo XVI, muestra una tradicional facilidad de los navarros a la improvisación y a la sátira, tradición que la jota navarra actual debería haber recogido y renovado, en lugar de convertirla en un fósil. ¡Qué tiempos aquellos en los que la pederastia clerical se denunciaba cantando!

Si vas a los Escolapios
y ves al padre José
échate la mano al culo
y arrímate a la pared

Al famoso Mesache, legendario icono del descreimiento popular, le atribuyen esta otra:

Allá arriba no sé dónde
había no sé qué santo
le rezabas no sé qué
y te daba no sé cuánto

O estas otras del período republicano, válidas todavía para reírse de los allanamientos policiales y de la parcialidad judicial:

Registraron los civiles
la casa de Mirandica
se llevaron los perniles
y dejaron las cuerdicas
La ley es tela de araña
pensada p'a los más ricos
escapan los bichos grandes
y atrapa a los pequeñitos

Desgraciadamente, tanto la jota "oficial" como la "herética" tienen un enemigo común, y es que de las calles y tabernas están desapareciendo las coplas y los joteros. Y si relegamos el cancionero a los escenarios y a la discografía, habremos perdido un gran instrumento para la crítica social, la memoria histórica y la alegría popular. Cantemos pues.

Allá va la despedida
que echamos en la Ribera:
que los que están en la cárcel
a la próxima estén fuera

Fuente:
http://www.noticiasdenavarra.com

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