viernes, 15 de noviembre de 2019

Adiós al sacerdote Enrique Arellano Chocarro

El 7 de noviembre fallecía el sacerdote Enrique Arellano Chocarro en Pamplona con 88 años de edad.

Queremos despedir a este enamorado de la jota con el siguente artículo que le dedicó Diario de Noticias en el año 2017.

¡Hasta siempre!


Jotas con mensaje de un cura del pueblo
Enrique Arellano Chocarro, actual párroco de Dicastillo y Arellano, refleja a través de la música su compromiso con los problemas de los vecinos y vecinas.
“Las jotas son una manera muy sencilla de comunicar y de llegar al sentir de la gente”
DICASTILLO. El actual párroco de Dicastillo y Arellano, Enrique Arellano Chocarro ha publicado el libro Aires de jota en la vida de un cura rural, en el que se recogen las letras y la música de las cerca de 50 jotas que ha compuesto este sacerdote, algunas de ellas muy populares y conocidas a lo largo y ancho de la geografía. Así, Enrique Arellano es autor por ejemplo de la partitura Dicen que dijo el juglar, pueblo que canta no muere.
Todas son jotas con mensaje, muchas de ellas con referencia a los patrones y vírgenes de las localidades y buena parte de ellas centradas además en los problemas y preocupaciones de los pueblos y de sus vecinos y vecinas. Arellano también ha escrito letras para ceremonias (bodas, bodas de oro y plata, funerales, etc) y otras alusivas a su localidad natal, Allo.

Desde artajona. La recopilación de estas obras en un libro fue una iniciativa surgida en Artajona, localidad en la que Enrique Arellano ejerció el sacerdocio entre 1956 y 1974. En concreto, la publicación la ha editado la Sociedad de Corralizas y Electra de Artajona, con el diseño y maquetación de Miguel Bañales y Javier Echarri, y fotografías de estos últimos y de José Manuel Jaurrieta y Ángel Úsar. Una fotografía de dos músicos de Artajona, el jotero José Echarte, Puchero, y el acordeonista Carlos Jimeno ilustra la portada. Además de en esta localidad, Enrique Arellano ha llevado a cabo su labor pastoral en Sangüesa (1955-1956), Cascante (1974-1978), Larraga (1978-1997) y Dicastillo y Arellano.
Vecinos y vecinas de Artajona que en su día integraron siendo niños la rondalla y coro que Enrique Arellano impulsó en la localidad han decidido ahora siendo adultos recoger las jotas en este libro, que incluye letras, partituras y explicaciones sobre las motivaciones que han llevado a escribir cada una de las letras. “Les dije que tenía mucho material de Artajona, más de 600 fotografías, así como cintas de cassette grabadas, etc, y las jotas que yo he ido haciendo durante los 60 años de cura y me animaron a recogerlas en un libro”.

Medio de apostolado. El amor de este sacerdote por la música le ha llevado a formar y dirigir coros en todos los destinos en los que ha estado. Así, según se recoge en la contraportada del libro, Enrique Arellano ha empleado la música “como medio de apostolado”. “La música y la jota son una manera muy sencilla de comunicar y de llegar al pueblo. Una jota la entiende todo el mundo, aunque componerla no es sencillo, porque en cuatro versos hay que transmitirlo todo”.
Su labor pastoral ha sido cercana e involucrada con las localidades y con sus problemáticas. “He estado sobre todo con la gente que sufre y con los problemas que han tenido el campo, los pueblos, el mundo rural”, resume.
Por ejemplo, una de las primeras jotas que hizo en Artajona hacia referencia al éxodo rural hacia las ciudades con la letra Viva el cerco de Artajona. La ciudad no es para mí. Aunque me dejen solico, yo a Pamplona no he de ir. “Comenzó la gente a marcharse. Fue una sangría. La jota fue un grito de clamor a lo que estaba sufriendo el pueblo”, resume.
Esta implicación con el mundo rural y su situación siguió también en su siguiente destino en Cascante. “Era un escenario muy distinto, llegué en el movimiento álgido del movimiento obrero. En Cascante había tres fábricas textiles con 500 trabajadores. Estuve del 74 al 78 y fueron tiempos de huelgas, de agitación, los años más duros que he vivido. Hubo una huelga de 17 días de las tres empresas. Teníamos a la Guardia Civil y a la Policía todo el día vigilando, porque las reuniones obreras eran en la parroquia”, relata Enrique Arellano, que añade además que “en Cascante me tocó también la guerra del tomate o la de los tractores. Viví la lucha de los labradores por mantenerse y defender sus productos . Así, varias de las jotas de esa época hacen referencia al campo, como la que reza Al campo le toca siempre el bailar con la más fea. Damos de comer a todos y lo nuestro no se arregla”.
Asimismo, recuerda la agitación vivida ese mismo año con motivo de la canonización de la cascantina Santa Vicenta María. “No queríamos politizar la fiesta de la santa, queríamos celebrar una fiesta del pueblo, pero algunos querían invitar al gobernador y a representantes de los ministerios de Madrid”, recuerda Arellano, que añade que “no queríamos que se llenase todo de coches oficiales, sino algo del pueblo. Los tres curas que estábamos entonces en Cascante incluso decidimos que si venían los políticos nos íbamos al Moncayo y dejábamos todo ese día”.

Pueblo que canta. Por su parte, de esta localidad pasó a Larraga, donde el sacerdote Ángel (Aingeru) Sada ya había impulsado una rondalla. “Trabajamos muy bien Ángel y yo y en el 80 grabamos un disco de jotas”. Fue en esta localidad donde compuso la popular Dicen que dijo el juglar, pueblo que canta no muere, y si es verdad lo que dijo, Larraga no morirá. “Se hizo muy conocida y ahora se canta en todos los sitios cambiando el Larraga por Navarra”, explica el autor.
La letra se la motivó el propio carácter de la localidad. “Encontré un pueblo muy festivo, muy musical, de mucho cantar, por eso me inspiró lo de pueblo que canta no muere. En Larraga es donde más jotas hice. También abordé la situación que había en el campo, con muchas diferencias entre ricos y pobres”. En sus jotas, Enrique Arellano también hizo referencia en su día a otros momentos polémicos como el que se vivió en el valle de Aranguren en torno al vertedero de Góngora.

Variedad.  Ya en Dicastillo, las letras también han abordado la actualidad, con jotas en torno a la polémica Línea de Alta Tensión o a la crisis. Así, aunque no se incluyen en este libro, en los últimos tiempos Enrique Arellano ha escrito villancicos alusivos a la situación económica o al drama de los refugiados,.
Sobre su libro, Enrique Arellano es humilde al respecto. “No tiene importancia, es sencillo, pero cuando los de Artajona vieron el material me animaron a recogerlo en un libro y ahí están 50 letras. Solo son reflejo de mi vida, de lo que he vivido como sacerdote”, concluye.

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