Convertida en uno de los iconos culturales del navarrismo oficial, la jota como expresión lírica ha sido castrada.
         
                   
Un grupo de joteros de épocas pasadas. 
Cuenta Jose María Iribarren 
que a finales del siglo XIX visitó Corella el cardenal Benavides. La 
noche de su llegada, una rondalla le obsequió con algunos cantares, pero
 el cardenal, andaluz jocoso y arzobispo de Zaragoza, les pidió que le 
cantaran alguna jota improvisada. El jotero de turno, nada intimidado 
ante Su Eminencia, le soltó ésta: 
Que nos dé fruto la tierra
y nos den uvas las vides
y que se vaya a hacer ostias
el Cardenal Benavides
Coplas como esta hay cientos en la memoria popular, pero rara 
vez aparecen en libros o recopilaciones de jotas, menos todavía en los 
numerosos festivales y consursos que se celebran en nuestro territorio. 
Al contrario de lo que ocurre con el pujante bertsolarismo, en las 
Escuelas de Jota oficiales no se enseña el arte de crear sino el de 
repetir.
Convertida en uno de los iconos culturales del navarrismo 
oficial, la jota navarra como expresión lírica ha sido castrada, 
quitándole la expresividad popular que le daba la improvisación, el 
repentismo, los temas polémicos o de simple actualidad. En su lugar se 
ha encastillado una jota repetitiva hasta la saciedad, -cantada con 
espléndidas voces, eso sí- y cuando surge alguna letra novedosa suele 
ser con contenidos pusilánimes y descontextualizados. Y por supuesto 
políticamente correctos. Jotas, en suma, dignas de cantarse al ombligo 
de esa Navarra oficial que maneja el mango de la sartén desde hace años.
 Como prueba chusca de esa manipulación, basta ver la famosa fotografía 
de Raimundo Lanas, vestido de "navarrico" y tocado con una enorme 
txapela roja, que fue pintada por su biógrafo Valeriano Ordóñez porque 
no le gustaba la boina oscura original, que el Ruiseñor navarro siempre 
utilizaba.
Décadas después seguimos igual. Salvo raras excepciones, la 
jota "oficial", sigue atada al mismo carro que va por la carretera sin 
venta que no se pare ni mujer que no le quiera. Más de lo mismo. 
Sumisión y docilidad. El sexo, los ricos y pobres, los curas, la 
trasgresión o la política no existen. Siguen premiando el arte de cantar
 coplas y olvidan el arte de crearlas, de improvisarlas y de 
utilizarlas. La señora Barcina puede ir bien tranquila a cualquier 
festival de Jotas, que ya no le ocurrirá lo del cardenal Benavides. 
La "bravura" de la jota navarra es otro de los mitos del 
navarrerismo oficial. Esa bravura que se premia en los concursos se 
reduce a una demostración de potentes garganchones, para cantar la 
mayoría de las veces una letra inocua e insípida, que de repetida suena 
ya a letanía. Muchas facultades y poco mensaje. Mi abuelo Cirilo 
Zabalegi, jotero de taberna, lo expresaba con atino:
el que canta con más fuerza
jotero es aquél que sabe
echar jotas a una berza
Una vieja polémica La 
extensión de la jota en Navarra fue controvertida. Antes de la Guerra 
Civil ya se produce una política interesada en torno a la Jota, dentro 
de nuestro viejo debate sobre la identidad del territorio.
Olóriz no duda en calificarla de "extraña" e introducida 
durante la guerra con los franceses. "Esa jotica de Dios -dice Campión- 
que se nos metió en Navarra durante la guerra de la Independencia y está
 haciendo añicos nuestros venerables silbos y atabales, inspiradores de 
las danzas guerreras, varoniles y ceremoniosas". Pío Baroja, manifestaba
 sin reparos que la jota era "la brutalidad hecha canción", y por medio 
de uno de sus famosos personajes, Zalacain el Aventurero, nos dice que 
ese canto "es una cosa petulante, como una falsificación del valor y la 
energía". Los nacionalistas vascos eran de la opinión de los anteriores,
 aunque ellos también la cantaban:
español si me conviene
y si me quitan los Fueros
de Euzkadi el año que viene
Cuatrocientos españoles
armados con escopetas
no pudieron dar alcance
a un navarro con muletas
Frente a ellos, el Diario de Navarra arremetía así 
contra el txistu, nuestro instrumento más autóctono: "¿Dónde se ha 
destapado ese tan gran empeño en querer entronizar en Pamplona, el 
pueblo de la JOTA, esa música vasca que sonará muy bien pero que no es 
la nuestra?". Era el año 1923 y para entonces el camaleón de la prensa 
navarra ya había olvidado los tiempos en los que colocaba en portada 
jotas como esta:
en el Árbol de Guernica
quiera Dios que siempre vuelen
sobre estas cuatro provincias
Frente a las diferentes opiniones, la realidad se imponía. El 
pueblo llano continuó pariendo versos y cuartetas, como lo venía 
haciendo desde hacía siglos, tanto en vasco como en romance. Y en buena 
parte de Navarra encontraron en la Jota una nueva forma de cantarlas, 
dándole un sello personalísimo que la distinguía de sus parientes 
cercanas. 
Este debate se ha visto enriquecido últimamente tras la edición del libro-disco Los Pajes de Tafalla. Pioneros de la jota Navarra,
 donde aparecen los tres primeros discos de jotas navarras, cantadas a 
finales del siglo XIX. Los discos tafalleses son pues la arqueología de 
nuestra jota, y comprobamos que tiene muy poco que ver con el estilo 
actual, divulgado por Lanas y sus seguidores. Son jotas de ronda, donde 
lo fundamental no es la voz de los cantantes, sino la letra, la 
improvisación, la ironía, la sátira, el alegre acompañamiento musical. 
Esta enorme diferencia entre los primeros discos grabados y los 
posteriores, nos lleva a cuestionar la escasa antigüedad de la jota que 
conocemos hoy día, y el olvido de otra forma de cantar jotas y coplas 
mucho más espontánea e incisiva. Más libre y heterodoxa.
Nueva recopilación Treinta años después de la primera edición de Jotas Hereticas de Navarra,
 la situación sigue igual. Mucho festival, mucho cantador de jotas y 
poco jotero. Como pasa con otras expresiones de nuestra cultura (el 
euskera, las danzas, el patrimonio) el navarrerismo español ahoga toda 
marca de identidad navarra, incluida la espontaneidad de la jota. De esa
 manera, evitan que de vez en cuando les den un tartazo en sol mayor. 
Así se comprende que la crisis económica y los ladrones que nos roban a 
diario, no hayan motivado jotas como las de nuestros abuelos:
que tiene dos mil robadas
que son "robadas" lo sé
porque él nunca compró nada
La nueva recopilación, con cerca de mil coplas y cuartetas 
"heréticas" recogidas desde el siglo XVI, muestra una tradicional 
facilidad de los navarros a la improvisación y a la sátira, tradición 
que la jota navarra actual debería haber recogido y renovado, en lugar 
de convertirla en un fósil. ¡Qué tiempos aquellos en los que la 
pederastia clerical se denunciaba cantando!
y ves al padre José
échate la mano al culo
y arrímate a la pared
Al famoso Mesache, legendario icono del descreimiento popular, le atribuyen esta otra:
Allá arriba no sé dónde
había no sé qué santo
le rezabas no sé qué
y te daba no sé cuánto
O estas otras del período republicano, válidas todavía para reírse de los allanamientos policiales y de la parcialidad judicial:
Registraron los civiles
la casa de Mirandica
se llevaron los perniles
y dejaron las cuerdicas
La ley es tela de araña
pensada p'a los más ricos
escapan los bichos grandes
y atrapa a los pequeñitos
Desgraciadamente, tanto la jota "oficial" como la "herética" 
tienen un enemigo común, y es que de las calles y tabernas están 
desapareciendo las coplas y los joteros. Y si relegamos el cancionero a 
los escenarios y a la discografía, habremos perdido un gran instrumento 
para la crítica social, la memoria histórica y la alegría popular. 
Cantemos pues.
que echamos en la Ribera:
que los que están en la cárcel
a la próxima estén fuera
Fuente:
http://www.noticiasdenavarra.com
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